No es noticia decir que Argentina tiene graves problemas económicos. Con pocas excepciones, eso ha sido el caso desde hace décadas. Pero eventos recientes subrayan cuánto la situación es culpa de los políticos argentinos populistas y, para decirlo francamente, los que siguen votando por ellos.
Esta dinámica fue resumida bien por Fergus Hodgson en el Epoch Times. Hodgson comienza con una descripción de los graves desafíos económicos que el país afronta:
Argentina entra en el año 2020 con una deuda de 332 billones de dólares. Este total incluye préstamos del Fondo Monetario Internacional (FMI) y 148 billones debidos a obligacionistas privados. Las agencias de calificación bajaron la calificación de la deuda argentina a causa de la decisión del nuevo gobierno de retrasar el pago de 9,1 billones de dólares de cuentas de la tesorería. Esto ya constituye un impago técnico – un “distressed-debt exchange” – según los criterios de Fitch Ratings. 64 billones más se deberán en 2021.
Pagar la deuda será difícil para cualquier nueva administración, dada la situación política horrible afectada por el amiguismo, la criminalidad, el proteccionismo y la inestabilidad monetaria. En América latina, sólo Cuba y Venezuela son más anticapitalistas que Argentina, que el Fraser Institute clasificó como el número 146 de 162 países en el área de la libertad económica.
La inflación supera el 55 por ciento y la economía se contrajo 3 por ciento en 2019. Durante los últimos cuatro años, 21.500 pequeñas y medianas empresas (PyMEs), una fuente esencial de empleo, se han cerrado. Esto ha llevado a una tasa de desempleo de 10,1 por ciento, y aproximadamente la mitad de la población económicamente activa trabaja en la economía informal. Argentina también sigue ahuyentando el capital: 72.2 billones de dólares se han ido desde 2015.
Abordar estos problemas exigiría medidas verdaderamente radicales – medidas que, en mi opinión, el pueblo sufriente de Argentina no toleraría por mucho tiempo. Sin embargo sabemos que hay poca posibilidad de que tales políticas se realicen. De hecho el nuevo presidente, Alberto Fernández, ya está siguiendo el camino pisado por otros gobiernos peronistas. Como Hodgson señala:
Para parar el creciente desempleo, la administración de Fernández está simplemente obligando a los negocios a retener a sus empleados, ignorando la lógica económica. Una de las primeras medidas de la administración, una orden ejecutiva especial, declara que los argentinos despedidos de su trabajo en los próximos 180 días recibirán el doble de la indemnización normal.
El impacto es obvio. PyMEs serán reacias a contratar a nuevos empleados – al menos oficialmente – a causa de la carga mayor. El nuevo gobierno está estorbando los mismos negocios que son esenciales para un renacimiento económico.
Hodgson cuenta algunos de los detalles más deprimentes de cómo Fernández propone abordar los problemas económicos de su país. “Completamente contraproducente” es la manera más caritativa de describirlo. Hay que tener en cuenta también que la vicepresidenta, Cristina Kirchner, fue presidenta de Argentina de 2007 a 2015 y siguió muchas de las mismas políticas económicas que contribuyeron a la situación actual. Aunque desearía que no, ésa es la verdad.
Argentina merece mucho más que una reversión a las políticas populistas fracasadas del pasado, realizados por políticos peronistas de la izquierda y de la derecha. Desafortunadamente, no parece probable ningún cambio. ¿Y quiénes sufrirán más? La respuesta a esa pregunta es muy clara: los pobres.