Dado que el coronavirus es el más importante en los pensamientos de la mayoría hoy – como es comprensible – no sorprende que otros eventos importantes se nos escapen. Consideren, por ejemplo, el hecho de que decenas de miles de venezolanos salieron a las calles esta semana, el 10 de marzo, en Caracas y en otras ciudades para exigir el fin de la dictadura chavista del presidente Nicolás Maduro, que ha llevado el país a un agujero negro económico del cual no da señales de salir.
La sociedad civil en Venezuela ha sido en gran parte cooptada o destruida por el régimen de Maduro. Sin embargo hay una excepción muy importante. Dirigida por la conferencia de obispos católicos de Venezuela, la Iglesia Católica no ha escatimado sus críticas al régimen. Y sigue pidiendo una transición pacífica a una estructura democrática que abandone el populismo izquierdista que forma el fondo ideológico del control del poder por parte del régimen.
En un comunicado público para las manifestaciones del 10 de marzo, el presidente de la conferencia episcopal venezolana, el arzobispo José Luis Azuaje de Maracaibo, declaró: “Hoy, 10 de Marzo, el pueblo venezolano ha vuelto a la calle exigiendo sus derechos y manifestando su deseo de un cambio de rumbo en la política democrática del país y en la economía.” Y añadió que “hay necesidad de cambios estructurales en la política y la economía, y de liderazgos que vayan más allá de intereses ideológicos o de sostener un poder a toda costa.”
El monseñor Azuaje subrayó también la incongruidad del hecho de que las fuerzas armadas de Venezuela, que existen para defender el pueblo de Venezuela, están siendo usadas más que nunca para inhibir y socavar las libertades civiles y económicas del pueblo que los militares deben proteger. Desde mucho tiempo ha habido la esperanza de que en algún momento las fuerzas armadas venezolanas, o partes de ellas, se volverían en contra del régimen que habitualmente falsifica las elecciones, realiza violencia masiva y selectiva contra sus críticos, ha quebrado la economía a través de sus políticas económicas socialistas y claramente tiene la intención de mantener el poder a toda costa.
La posibilidad de que eso pase ahora parece remota. Sin embargo vale la pena notar que la Iglesia en Venezuela ahora está subrayando la discrepancia entre las responsabilidades constitucionales del ejército y lo que ahora es – un ejército que a todos los efectos está en guerra con el propio pueblo.
¿El llamamiento de la Iglesia a las fuerzas armadas venezolanas tendrá algún efecto? No es probable. Demasiados en los altos mandos están seriamente comprometidos a causa de su participación profunda en el régimen y sus actividades que, a mi juicio, se debe describir como criminales. Dicho esto, la Iglesia venezolana ha hecho su parte, que es recordar a los militares y sus líderes que algún día sí serán juzgados según sus acciones y sus inacciones. Y ese juicio no les será fácil, ni en este mundo ni en el futuro.